Consiste en centrar la atención sobre lo que se quiere valorar. Algo que se pretende con ello es después poder conocer qué efectos ha tenido el programa. Si los resultados no son como se deseaban, es probable que se deseen saber a qué ha sido debido y, aunque los resultados hayan sido los esperados, puede que se desee mejorar para futuras ocasiones.
2. Decidir la dirección, organización y coordinación de la evaluación
Una vez decidido que se va a valorar un programa y se han explicitado las metas de la valoración, se suceden las cuestiones cruciales de: qué se quiere evaluar, quiénes son las personas que pueden verse afectadas e interesadas en los resultados y para qué se quiere responder a estas cuestiones o qué uso se piensa hacer de la información obtenida.
Tras establecer quién o quiénes van a dirigir la evaluación y asignadas las responsabilidades que ha de asumir cada uno de los miembros, lo siguiente sería organizar y temporalizar las tareas, conseguir fondos si se precisan y anticipar los problemas que pueden surgir y cómo afrontarlos.
Tras establecer quién o quiénes van a dirigir la evaluación y asignadas las responsabilidades que ha de asumir cada uno de los miembros, lo siguiente sería organizar y temporalizar las tareas, conseguir fondos si se precisan y anticipar los problemas que pueden surgir y cómo afrontarlos.
3. Diseñar la evaluación
El diseño, en sentido estricto, de un estudio de valoración ofrece múltiples posibilidades dependiendo del tipo de preguntas a las que se busca respuesta. Hay que tener presente que un buen diseño no es sólo el que permite teóricamente responder a las preguntas a las que se desea encontrar respuesta, sino el que es prácticamente viable y cuyos resultados, por ser aceptados y buscados por el colectivo de personas implicadas, tienen más posibilidades de ser utilizados de forma constructiva.
Es la más costosa y la que, al mismo tiempo, proporciona la materia prima en la que se apoya el estudio de valoración: la información. En primer lugar hay que decidir qué información recoger, esto dependerá del tipo de preguntas para las que se busca respuesta.
Los procedimientos de recogida de la información sólo deben usarse si permiten que la información que van a proporcionar reúna ciertos criterios necesarios para que el estudio de valoración sea aceptable y útil. Por ello, la información debe ser:
Implica averiguar qué es lo que la información que hemos recogido nos permite concluir en relación con las cuestiones planteadas y con qué garantía nos permite defender esas conclusiones.
6. Elaboración de informes
Es importante distinguir dos tipos de informes, los informes técnicos, utilizables fundamentalmente por el equipo de orientadores y los destinados a otros grupos, informes que no tienen por qué incluir toda la información y que no necesitan ser escritos, sino comunicados oralmente.
7. Evaluar la evaluación
La valoración de un programa debe ser ante todo una experiencia de la que los responsables de los servicios de orientación, en cuanto responsables del estudio, deben aprender para mejorar la forma de valorar futuros programas. Para que este objetivo sea factible, los orientadores necesitan saber qué está bien y qué no lo está, en el estudio de valoración.
Los procedimientos de recogida de la información sólo deben usarse si permiten que la información que van a proporcionar reúna ciertos criterios necesarios para que el estudio de valoración sea aceptable y útil. Por ello, la información debe ser:
- Creíble
- Práctica
- Puntual
- Precisa
- Fácil de utilizar
- Objetiva
- Útil
Implica averiguar qué es lo que la información que hemos recogido nos permite concluir en relación con las cuestiones planteadas y con qué garantía nos permite defender esas conclusiones.
6. Elaboración de informes
Es importante distinguir dos tipos de informes, los informes técnicos, utilizables fundamentalmente por el equipo de orientadores y los destinados a otros grupos, informes que no tienen por qué incluir toda la información y que no necesitan ser escritos, sino comunicados oralmente.
7. Evaluar la evaluación
La valoración de un programa debe ser ante todo una experiencia de la que los responsables de los servicios de orientación, en cuanto responsables del estudio, deben aprender para mejorar la forma de valorar futuros programas. Para que este objetivo sea factible, los orientadores necesitan saber qué está bien y qué no lo está, en el estudio de valoración.
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